lunes, 24 de agosto de 2015

Esencia.

Está sentada en el salón, lleva puesta una camisa azul (manchada), son las 17:17 de un lunes. En la mesa hay tabaco, café y un vaso de agua. Se enciende un cigarro con ese mechero, el rojo, y lo apoya en el borde del cenicero, deja que se consuma sólo.
Enciende el portátil, introduce la contraseña (con mirada triste) y espera sentada y paciente a que se inicie la sesión. Abre el Word, un nuevo documento en blanco. Empieza a escribir, entre punto y punto bebe un sorbo del café que está sobre la mesa, sin azúcar y con poca leche. El cigarro se consume y hoy le ha dado por leer lo que pone en la caja de tabaco “Fumar perjudica gravemente su salud y la de los que están a su alrededor”, pero aunque lo lee, no le importa, el olor del tabaco le ayuda a pensar.

De fondo suena música clásica tocada en guitarra. Hoy le ha dado por eso.

De pronto deja de escribir y busca una foto en la galería de su móvil, dice que la fotografía le trae inspiración y buenos pensamientos (yo sé que no es así). Ahora son las 17:27, sigue siendo lunes.

Enciende otro cigarro y vuelve a dejar que se consuma sólo. Bebe un sorbo de café, por la cara que ha puesto, esta vez le sabe amargo, pero a ella eso parece gustarle.
Algo cambia en su expresión, llevaba largo rato poniendo esa mirada perdida que tanto me asusta, hace que parezca venida de otro planeta. Con esos ojos oscuros y brillantes, casi negros, y esa sonrisa, esa sonrisa triste y tímida, que parece que sólo la veo yo. Ahora su expresión parece la de una chica feliz, sigue sonriendo, pero ahora su sonrisa ya no es triste ni tímida,  aunque parece esconder un poco de miedo. Creo que es porque estoy mirándola. A veces se pone nerviosa cuando la veo escribir, soy la única persona que ha visto cómo lo hace de tan cerca.

Mira el reloj, son las 17:37, parece nerviosa, el cigarro ya se ha consumido.

Por primera vez desde que estoy aquí sentado, me mira, como si buscara mi aprobación para hacer algo. Le enciendo un cigarro y se lo doy, se lo lleva a la boca y da una calada seguida de un sorbo de café. Su expresión vuelve a cambiar. Empieza a sonar “Para Elisa”, cierra los ojos mientras le da otra calada al cigarro. Le da el último sorbo al café.
Como siempre, no he visto lo que ha escrito, siempre espero a que termine para leerlo. Se termina de fumar el cigarro al mismo tiempo que acaba la canción. Son las 17:47, me dice que ya ha terminado, que lo puedo leer. Me acerco la pantalla del portátil y empiezo a leer lo que ha escrito:


“Está sentada en el salón, lleva puesta una camisa azul (manchada), son las 17:17 de un lunes (…)”


lunes, 3 de agosto de 2015

Oasis.

Voy caminando sin rumbo fijo, pero en este camino los pies me pesan cada vez más, y los pasos se me hacen mas largos y lentos, intento marcarme una meta, un objetivo, algo que me haga caminar distinto. Pero una vez más la tormenta me azota y me hace retroceder, encoger, dormir. Poco a poco me doy cuenta de que mi camino se convierte en un desierto y que siempre voy sola, luchando, corriendo, sufriendo, imaginando pequeños oasis a mi alrededor que me alimenten, que me hagan revivir y es por eso que ahora bebo de ti, te siento como parte de mi imaginación, pero me das fuerzas, aunque sean imaginarias, para continuar caminando.




Y mis pies van perdiendo peso, los pasos se hacen más cortos y rápidos. Vuelvo a avanzar, el oasis es real.